Maldita la hora en la que me tuvieron que poner esta cosa que bombea debajo de mi pecho. Esa cosa que late por segundo y multiplica por sentimiento, y es lo más caliente que vas a encontrar en mucho tiempo. ¿No me pudieron dar uno normal, frió y grotesco como la mayoría?
No, me tuvieron que dar el más desdichado y el más frágil, el que más me llora y el que más me grita.
Tengo un corazón muy masoquista al que le gusta luchar hasta el fin de sus días, hasta que se reviente por dentro y acabe manchandolo todo de dolor, que es un color feisimo.
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