Dices que no sabes volar y eres tú el que me ha enseñado a hacerlo. Quizá no sepas nadar, pero me llevaste a contracorriente. Decías que no existía la libertad, y en tus brazos escondida y apretada soy más libre que nunca. Nunca sabrías como detener el tiempo, dijiste, pero desde que te conocí el reloj no ha vuelto a correr. Tampoco podrías nunca hacerme callar, pero tu manera de mirarme, siempre me ha dejado sin habla y sin ropa.
Estabas convencido en que no existe el amor, y fuiste tú el que me enseño lo que era y como se hacia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario